El juicio
del General Rios Montt
Crónica de ocho audiencias
Por: Ana
Julieta Cárdenas
Ocho
Jornadas testimoniales de genocidio
Ocho
jornadas testimoniales de debate oral y público se han realizado en el primer
juicio en Guatemala, por el delito de Genocidio, que indígenas guatemaltecos
accionan contra el ex Jefe de Estado José Efraín Ríos Montt y José Mauricio
Rodríguez Sánchez.
Pese
a la serie de incidencias presentadas por la defensa de los militares,
Francisco Palomo y Danilo Rodríguez, para que la jueza Iris Jassmín Barrios Aguilar, se inhiba
el juicio ha continuado. Más detalles en: www.laprensadeguatemala.com
El Tribunal de Mayor Riesgo que endereza la causa expresó ante las acciones
inhibitorias que: “no es válido crear situaciones para evitar que los
juzgadores cumplan su sagrada misión de impartir la justicia”, asimismo
argumentó que estos recursos solo constituyen un mecanismo para no seguir con
el presente proceso.
Unos 20 testigos de las masacres que han
declarado en el estrado contra los encauzados coinciden en su narración que
“Después que llegó el ejército a quemar su aldea, tuvieron que desplazarse
junto con su familia y otras personas hacia la montaña en donde tuvieron
que vivir en casas hechas de viejas láminas, nylon y pajón. “Ya no
queremos que esto se
repita para no seguir con este sufrimiento” declaró con voz entrecortada, uno
de los testigos.
Las inhumanas condiciones de vida a que fue sometida la población ixil en
la montaña mientras huía del ejército, quien los asesinaba y perseguía,
fueron el contexto en el que muchas mujeres embarazadas dieron a luz. Juana una
mujer de 51 años declaró: “Yo tuve dos niños” “tenía leche materna porque
deplano…. siempre buscábamos hierbas, caña y alguna cosa que encontrábamos por
ahí”, relatan las testigos, ya que no tenían que comer y tenían hambre ellas y
sus bebes. “Los soldados mataron unos niños, los dejaron ahí tirados
machucados y nos dio mucha tristeza,” relata con
lágrimas en sus ojos doña Francisca.
Militares no pueden ni deben detener el juicio ya iniciado. “Mi corazón está
bien porque estoy sacando esto de mi corazón” manifiesta una testigo al decir
cómo se siente al estar declarando.
“Ahí tuve el
primer miedo de mi vida” relató Juan un hombre Ixil de 49 años al
testificar ante el Tribunal lo que sintió al ver cómo los soldados del ejército
mataron a su sobrino junto con otros dos dirigentes de la iglesia católica;
continuó, “sentí un dolor en mi corazón…” “mi segundo miedo fue el día de la
masacre.” Describió cómo los soldados fueron quemando las casas de su aldea
y disparando contra la gente de la comunidad.
Como una
clara evidencia del patrón sistemático de actuación del ejército durante los
años 80, los testigos/as han coincidido en sus relatos al informar al tribunal
el terror impuesto por los soldados: “nos obligaban a poner la bandera
encima de los muertos” teníamos que cuidar la bandera” “quemaron la milpa, los
animales… yo me puse triste cuando vi cómo quemaron la milpa, nos quedamos sin
maíz.”
Con valentía
testigos/as de masacres relataron como mataron a sus familiares, así lo indica
Francisco: “los soldados arrojaron a mi papá, mi mamá, mis hermanos y
a otras personas al río”. Elena, mujer ixil, quien era una niña de 8 años
cuando el ejército irrumpió en su comunidad, relató que a su papá le
dispararon y como no murió le dieron con un machete en la cabeza, “a
mis hermanos les quitaron la ropa y los echaron en el fuego”, “a mí me
quitaron la ropa, me tiraron al río y me fracturé”.
La intención de
exterminar incluso a la niñez se evidencia al conocer que al quemar a la gente
también habían bebes de brazos. La testigo relata: “a los adultos les
disparaban y los tiraban al río, a los niños solo los tiraban al río y de plano
se ahogaban y morían”. La testigo también informa que en el grupo de gente
que mataron había dos señoritas, y que los soldados las llevaron a la iglesia, “y
después solo se oía que gritaban, me imagino que fueron violadas“.
Un importante
dato a resaltar es que los abogados de la defensa han insistido en preguntar a
los testigos/as si el uniforme de los soldados era igual al de otro grupo, a lo
que han respondido que no había ningún otro grupo en sus comunidades, “los
únicos que llegaban eran los soldados del ejército y patrulleros” enfatizan
los testigos/as.
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